Procesos de creación
Texto en obra: Manuel Soriano
Por Escaramuza / Sábado 03 de setiembre de 2022
El argentino más uruguayo, Manuel Soriano, responde el cuestionario menos amable. Copias deliberadas, boicots y textos en proceso... Una excusa para entrever, por ejemplo, la cocina de su recién lanzado libro, Las cosas que veo (Criatura, 2022) y varios proyectos por delante.
¿Cuál fue el primer texto literario que recordás haber escrito?
Voy a elegir este relato. Tenía catorce o quince años. Me había mandado una cagada y una profesora de lengua me puso como castigo la escritura de un texto. Me tuve que quedar después de hora para terminarlo. El texto tenía que incluir tres elementos en principio difíciles de conectar; digamos un cerdo, un misil y una cabina de teléfono. Ahora reconozco la estrategia de la profesora, pero en ese momento sentí que me estaba jodiendo y me puse a escribir desde el rencor. No recuerdo el hilo de la historia pero sí que el cerdo era lo suficientemente parecido a la profesora como para que ella se diera cuenta pero no tanto como para que me lo pudiera echar en cara. No lo leyó en el momento. Se lo llevó a su casa y me lo devolvió al día siguiente. Le había puesto un diez y una carita feliz.
¿A quién te acordás de haber copiado deliberadamente al escribir?
Voy a hacer algo más interesante que acordarme. Voy a mostrarlo.
Este es el inicio de uno de los primeros cuentos que escribí y que ahora rescato de los pliegues más profundos de la carpeta Mis documentos:
Que un polaco de origen judío, haya llegado a los márgenes del Arroyo Tacuarembó, es de por sí asombroso. Cada inmigrante carga con su leyenda, y muchas de estas se parecen, hasta en eso de resultar increíbles; aun así, la vida de Lärs Kinsky ya forma parte de la mitología rural uruguaya. Su historia, viciada por el tiempo, exacerbada por la caña, merece al menos, el dudoso homenaje de este relato.
¿Cuáles son las condiciones en que preferís escribir?
Tendría que distinguir entre dos formas de escritura. Lo que se entiende normalmente por escribir, es decir, teclear frente a la computadora, me gusta hacerlo en mi casa y con la mente fresca. Pero hay una escritura paralela que sucede dentro de la cabeza de manera constante. A veces lo que aparece es una idea, o la conexión entre una idea y otra, pero otras veces es simplemente escritura: palabras u oraciones, o correcciones a oraciones ya escritas. Puede pasar, por ejemplo, que me esté dando una ducha a la mañana y de repente diga en voz alta la palabra «dispares», porque en ese momento me di cuenta de que «dispares» es mucho mejor que «diferentes» para una oración que había escrito el día anterior. También puede pasar en público y quedás como un loco. Estas revelaciones, por más pequeñas sean, son los momentos más maravillosos del proceso creativo.
¿Guardás todos los manuscritos/archivos o los descartás una vez que los usaste?
Como habrán visto, los archivos están tapados pero allí están. No los reviso pero tampoco los elimino.
¿Empezás un texto ya sabiendo lo que vas a escribir?
Por lo general, no. En las novelas que escribí sí tenía un arco más claro de la historia, pero me da mucho placer cuando la escritura misma te lleva por caminos distintos a los planeados. En los últimos años he escrito más que nada crónicas, y justo en este género, que en principio pareciera estar encorsetado por «la realidad», descubrí que estar a la deriva con el texto es algo que disfruto muchísimo.
¿Saboteás tu propia escritura? ¿O lo contrario? ¿De qué maneras?
Mi forma de boicot es no escribir. Una vez que rompo esa inercia ya me pongo del lado del texto.
¿Hay alguna oración/verso tuyo que luego de publicado te generó arrepentimiento?
En casi cualquier párrafo que haya escrito podría encontrar ahora una o dos cosas que cambiaría. Pero no lo llamaría arrepentimiento, o en todo caso es un arrepentimiento tan leve que no merece esa palabra.
¿Qué estás escribiendo? ¿Podrías mostrarnos un fragmento?
Esté párrafo es parte de una crónica sobre el suicidio en Uruguay que escribí hace unos meses y que hace poco revisé para Las cosas que veo. Elijo este porque refuerza lo que decía antes sobre la escritura como acto permanente.
Cuando estoy escribiendo con ganas, lo que escribo me queda orbitando en la cabeza las veinticuatro horas del día. Casi todo lo que escucho, veo o sueño es susceptible de ser asociado a lo que estoy contando. Esta intrusión me resulta agradable por lo general, pero en este caso lo que me persigue es la muerte. Hoy a la mañana, por ejemplo, saqué a pasear al perro y, mientras le ajustaba la correa, negra, resistente, me puse a pensar que, de las decenas de casos de suicidios que llevo leídos en estas semanas, la mayoría por ahorcamiento, ninguno se ahorcó con la correa del perro. Usaron cuerdas, cordones, corbatas, cinturones, alambres, pero ninguno la correa del perro, que tiene una manija muy práctica para hacerla corrediza.
¿Qué libros te rodean en tu proceso de creación actual?
En este momento estamos editando una miniserie que dirigí hace un par de meses. No estoy escribiendo nada. Los libros que me rodean (Yoga, de Emmanuel Carrere y la poesía reunida de Héctor Viel Temperley) están ahí solo para ser leídos.
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Manuel Soriano (Buenos Aires, 1977) vive en Montevideo desde 2005. Es autor de los libros de cuentos Variaciones de Koch (2012) y Nueve formas de caer (2018); de las novelas Rugby (2010) y Fundido a blanco (2013), y de los libros de crónicas ¡Canten, putos!: Historia incompleta de los cantitos de cancha (2020) y Las cosas que veo (2022). En 2015 ganó el Premio Clarín Novela por su libro ¿Qué se sabe de Patricia Lukastic?, que fue traducido al francés. También es guionista y dirige la editorial especializada en literatura infantil Topito Ediciones, entre otras cosas.
Las cosas que veo se presenta este jueves 15 de setiembre a las 20 h en el Bar Clandestino, de Montevideo.
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