Procesos de creación
Texto en obra: Fernanda Trías
Por Escaramuza / Martes 14 de junio de 2022
Foto: Fernanda Montoro.
El vínculo que Fernanda Trías tiene con sus lectores y lectoras es de mutua entrega y larga data. Va por el camino de sus libros y también por el generoso diálogo que la autora nutre vía blogs, redes e instancias presenciales. Le hicimos las preguntas de costumbre. Sobre lo que está escribiendo, adelanta una novela en curso: «Pero esto no es decir mucho, porque al fin de cuentas la literatura es la aventura del lenguaje».
¿Cuál fue el primer texto literario que recordás haber escrito?
Dos cuentos que escribí a los trece o catorce años. Dato curioso: uno de ellos transcurría en el mismo edificio de La azotea, un edificio que conocía bien porque era el de mi abuela paterna, al costado de la iglesia Tierra Santa. También había un lío de vecinas y la protagonista era una mujer. Es decir, ya estaba todo escrito… Aunque también es cierto que desde los doce escribía un diario, un género que es puro ejercicio de estilo. En general los diarios me aburren. Me gusta leer algunos diarios de escritores (mi favorito es el de Ribeyro), pero no me gusta leer los propios, por eso dejé de escribirlos. Me produce el mismo tipo de horror o escozor que mirarme a mí misma en un video u oír una grabación de mi voz.
¿A quién te acordás de haber copiado deliberadamente al escribir?
Yo empecé a escribir muy grande como para creer en la ingenuidad de que copiar a alguien era buena idea. Desde el principio supe que a nadie le interesa leer a un copista. Porque cuando yo me puse a escribir en serio ya tenía veinte años y, al leer, quedaba claro que lo que distinguía a todos esos autores era que no se parecían a nadie. Además, muy pronto conocí a Levrero, que te taladraba en el cerebro lo de la voz personal. Y tampoco le puse tanta mística porque él también decía que esa voz era inevitable y venía «de fábrica». Entonces enseguida entendí que, para bien y para mal, estaba condenada a ser yo misma. Lo que sí hacía era estudiar a fondo las estructuras de las novelas para tratar de entender cómo lograban otros autores articular el aparato narrativo. Y eso podía ocurrir con Camus, con Onetti o con McCullers. Me acuerdo, sí, de que me encantaba Colette, especialmente la serie de Claudine, y que intenté escribir una novela de formación con ribetes eróticos (sin éxito). Como diría Macedonio, toda lectura era lectura de trabajo.
¿Cuáles son las condiciones en que preferís escribir?
En soledad, en silencio y a primera hora de la mañana.
¿Guardás todos los manuscritos/archivos o los descartás una vez que los usaste?
Ya no. Antes era mucho más fetichista, con los manuscritos y con los libros como objetos. Con el tiempo y con las mudanzas me fui liberando de esa carga. A veces, si me topo con algún manuscrito arrumado en un rincón, lo tiro a la basura. Ya no quiero acumular nada. Tampoco soy muy adepta a la figura sagrada del autor, algo que ha llegado a su máxima expresión en esta época histórica en la que ya no es posible separar el texto de la persona que lo escribe (y a la persona de la imagen que crea de sí misma en redes sociales). ¿Para qué guardar los manuscritos? ¿Para una posteridad que no existe? No me gusta tomarme tan en serio.
¿Empezás un texto ya sabiendo lo que vas a escribir?
Nunca. Si lo supiera, no lo escribiría, por puro aburrimiento. No soy disciplinada, soy curiosa.
¿Saboteás tu propia escritura? ¿O lo contrario? ¿De qué maneras?
Casi que me animaría a afirmar que no hay ningún escritor que no sabotee, de un modo u otro, su propia escritura (pero que los hay los hay). Decía Clarice Lispector que la angustia se posterga hasta que se hace insoportable y no hay más remedio que ponerse a escribir. Hay muchas maneras de ejercer el autoboicot, pero creo que una de las más comunes es dejar que la vida cotidiana se interponga, o quedar atrapada en las redes del consumo: trabajar para tener, y tener que trabajar para algún día no tener que trabajar. Al espacio de escritura hay que defenderlo a capa y espada, pero no siempre lo logro.
¿Hay alguna oración/verso tuyo que luego de publicado te generó arrepentimiento?
Estoy segura que muchas (oraciones), pero por suerte nunca me releo.
¿Qué estás escribiendo? ¿Podrías mostrarnos un fragmento?
Por cábala no me gusta mostrar nada de lo que estoy escribiendo hasta que ya siento que el manuscrito está listo para pasar por el ojo crítico de unx lectorx de confianza. Es una novela que tiene como protagonista a una mujer que vive sola en una montaña (un paisaje muy colombiano). Pero esto no es decir mucho, porque al fin de cuentas la literatura es la aventura del lenguaje. Como diría María Negroni, qué hace el lenguaje con el tema, y no a la inversa.
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Fernanda Trías (Uruguay, 1976) es escritora, traductora y profesora de creación literaria. Es autora de las novelas Cuaderno para un solo ojo, La azotea y La ciudad invencible, y del libro de cuentos No soñarás flores. Sus libros se han publicado en Bolivia, Chile, Colombia, España, Francia, México y Uruguay, y próximamente también en Grecia, Inglaterra y Estados Unidos. Ha integrado numerosas antologías de nueva narrativa latinoamericana y sus relatos se han traducido al alemán, el inglés, el italiano, el hebreo, el francés y el portugués. Obtuvo la beca Unesco-Aschberg (Francia 2004), el Premio Fundación BankBoston a la Cultura Nacional (Uruguay 2016) y el premio SEGIB-Eñe-Casa de Velázquez. Su última novela, Mugre Rosa (2021) ha sido galardonada con el premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Bartolomé Hidalgo y el Premio Nacional de Literatura de Uruguay. Vive en Bogotá y es la escritora en residencia de la Universidad de los Andes.
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