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Polvo de estrellas

Por Federico Medina / Viernes 02 de febrero de 2018
Foto: Brian Duffy
Simon Reynolds, el crítico de rock por excelencia, que ha ahondado en otros géneros como el punk y la electrónica —y en quien más deberían confiar los melómanos contemporáneos—, nos deleita ahora con un exhaustivo y brillante ensayo sobre el glam, publicado en 2017 por Caja Negra, que cayó en manos de Federico Medina quien nos presenta su lectura para el portal.

En los últimos diez años, con la desaparición natural de sus grandes figuras, la vejez del rock se ha vuelto insoportablemente indisimulable. Homenajes, retrospectivas, memorabilia, emociones comprimidas son moneda corriente en la actual maquinaria de comercialización de sus leyendas muertas. Pero a la par de sus estrellas, otros protagonistas de esta historia se hicieron grandes, y, casi inesperadamente, la transformación y evolución del crítico de rock es uno de los aspectos saludables de este viejo que alguna vez prometió revolución.

La cadena evolutiva podría comenzar con los locutores de radio de los cincuenta, cuyas palabras elogiosas en ocasiones venían endulzadas por algunos dólares de las compañías de discos; continúa con los cronistas-fans embelesados por sus ídolos; se ramifica en diferentes estilos: erudito, incendiario, amigo del músico, nihilista, amargo, y hasta se convierte en literatura respetada con Hunter Thompson, quien, si bien no fue para nada un crítico de rock, con su serie de artículos sobre los Hells Angels que luego tomaría la forma de libro sentó las bases de una nueva forma de acercarse a la cultura rock desde el periodismo, hasta aquel momento bastante reducido a juzgar la obra y la performance en vivo del artista, o a reparar desde la moda sobre las nuevas olas musicales del momento.

A Simon Reynolds (1963), la ultimísima evolución de la especie, autor de este libro, y considerado en este momento el mejor crítico de rock del mundo, se lo puede definir como un antropólogo marxista obsesionado por descubrir el vínculo del ser humano con la nostalgia. Por sobre todo eso —a diferencia de otros ensayistas que se han acercado a los fenómenos y acontecimientos culturales vinculados con el rock—, Reynolds es un profesional del periodismo que ha trabajado durante décadas en revistas dedicadas a la música, y eso se nota en Como un golpe de rayo. El glam y su legado, de los setenta al siglo XXI, que huele a madrugadas y café.

En 2010 había publicado Retromanía. La adicción de la cultura pop a su propio pasado, un éxito de ventas y retrato original de una conducta humana en permanente crecimiento.

Esta vez, se puso a investigar sobre el glam, un subgénero del rock que gozó de su primer momento de esplendor en la primera mitad de los años setenta, no tanto por sus canciones como por su estética y su actitud desafiante, y que, según el autor, está plenamente vigente en nuestra cultura en figuras como la de Donald Trump.

Hastío, nostalgia y, al mismo tiempo, futurismo, teatralidad, engaño, exageración, vanguardia, sensacionalismo, sexualidad ambigua y fantasía definen, juntas, la esencia de su identidad. «Esta celebración de la imagen y de la interpretación/actuación suponía una total inversión de los impulsos e ideales de los sesenta», dice Reynolds, que con notable talento une —con costuras invisibles— cientos de historias desde 1970 hasta nuestros días, y reconstruye un mundo promiscuo y fascinante.

Su personaje principal es David Bowie, a quien dedica cuatro de los doce capítulos, y algo más, para contar todas sus fugas hacia adelante, y para retratar a un artista de una energía extraña, contagiosa y creativa, que, si bien nunca fue del todo original, marcó a fuego a varias generaciones de músicos, pintores, diseñadores y comerciantes como su padre.

Como un Rayo permite apreciar cada ligazón de Bowie con sus colegas admirados y sus fans más tarde o más temprano convertidos en pares, en Londres, Berlín y Nueva York: Iggy Pop, Lou Reed, Kraftwerk, New York Dolls y Roxy Music, y otros tanto más exitosos pero menos influyentes como Slade y The Sweet.

Reynolds saca el foco del drama, y lo coloca en la esencia del glam, para descubrir cada truco, cada «y qué tal sí…» de los aspirantes a rockstars tras bambalinas como Marc Bolan y Alice Cooper.

Así podemos conocer a Pierre Larroche, un cosmetólogo clave en la carrera del Duque Blanco; a Tony Jefries, su «promotor desaforado»; a Cherry Vanilla, su encargada de relaciones públicas con pasado en la agencia de publicidad McCann Erickson; al misterioso mago Amazing Randi, uno de los responsables de supervisar el famoso número de la guillotina en los shows de Alice Cooper; o a Steve Harley, el periodista que mutó en cantante en su grupo Cockney Rebel.

Para su investigación Reynolds recurrió a algunos trabajos de referencia sobre el glam —y otras corrientes artísticas parientes como el camp— desde los saberes de la sociología y la historia, pero su principal fuente de información fueron montañas de revistas de rock.

Sin ninguna casualidad esta también es la historia de una época dorada del periodismo de rock, cómplice probado de la estafa del glam. En 1972 la publicación Melody Maker se coronaba como la revista de rock más vendida en el mundo, luego de contratar a los mejores cronistas de los periódicos locales, con doscientos mil ejemplares de tiraje por semana, con oficinas en Londres y Nueva York, venciendo así a su archirrival New Musical Express y poniendo en tapa, el 22 de enero de ese año, a Bowie y su estratégica declaración «soy gay, siempre lo he sido». Es la época del casi famoso Cameron Crowe, haciendo sus primeras entrevistas, y del mítico Lester Bangs, de la también mítica Creem.

Mi capítulo preferido es el cinco: «David Bowie y sus amigos conquistan al mundo», y mi cita preferida para entender de qué realmente está hecho el glam original está incluida en el capítulo siete, viene a cuento de unas increíbles fiestas de purpurina y pertenece a Andy Warhol: «Era la época perfecta para pensar en plateado. El plateado era el futuro, era espacial, los astronautas usaban trajes plateados...Y el plateado era también el pasado: la Pantalla Plateada (Silver Screen), las actrices de Hollywood fotografiadas en estudios plateados. Y tal vez, más que ninguna otra cosa, el plateado era también narcisismo: los espejos estaban recubiertos en plata».


Como un golpe de rayo. El glam y su legado, de los setenta hasta el siglo XXI
Reynolds, Simon
Caja Negra (2017)
Páginas: 695

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