El lenguaje, el cerebro y el pensamiento poético
Espacio broca
Por Roberto Appratto / Jueves 29 de octubre de 2020
Fragmento de portada de «Área de Broca», de Nicolas Alberte (Yaugurú, 2020)
Belleza e inteligencia se enredan, inseparables, en el área de Broca de Nicolás Alberte, ese rincón del cerebro en el que se produce (y coordina) el lenguaje. Roberto Appratto recomienda el último poemario del escritor uruguayo, Área de Broca (Yaugurú, 2020),«reflexión, gesto y ajetreo» del lenguaje.
El área de Broca es la sección del cerebro humano asociada a la producción y al control del lenguaje. Es a la vez, entonces, cerebro y lenguaje, de acuerdo con la particular forma de asociación semántica que permite el pensamiento en la poesía. De modo que Nicolás Alberte (Montevideo, 1973) se mueve en este, su sexto libro de poemas, en ese espacio broca al que alude Eduardo Milán en la contratapa. Aparte del hecho de que uno de los poemas se llame «Área de Broca», todo el libro gira alrededor de la relación entre pensamiento y lenguaje, en especial lenguaje poético. A lo largo de su lectura se asiste al despliegue de posibilidades de la escritura una vez que esta decide ir por el costado de su función comunicativa y mostrar otros caminos. Es decir que Alberte se pone a escribir poesía y habla de la poesía al mismo tiempo.
En «Cartas de Zener», se lee:
Alguien dice que conoce la verdad
y que va a anunciarla después de una pausa
comercial. Se refiere a la verdad total,
esa que ni siquiera sabe el nuevo Papa.
Los monos van muy rápido
de rama en rama, los alguaciles
nos previenen del agua.
Alguien toca en el piano algo
del pasado que no conocemos
y es suave dejarse llevar por la tonada.
Alguien dice que los verdaderos
sabios del futuro eran los augures romanos
pero como ya no quedan pájaros que canten no hay
alas que vuelen por delante de la vista.
La ciencia de lo que es nos priva
de la ciencia de lo que será.
Alguien cuelga ropa en la terraza
cuando el cielo está muy gris,
¿sabrá algo que los demás ignoramos?[1]
Lo que se dice en este texto muestra una de las capas del procedimiento, una de las circunvoluciones del área: la avanzada por el tono del lenguaje de la poesía para que le permita saltar, con todo lo que sabe, hacia otro lado. Ese otro lado no es locura, no es esa libertad falsa de la escritura poética cuando ya no se sabe qué decir; salta a lo que no está previsto en el enunciado, pero sin perder la calma de quien habla, usa con tiempo el área de Broca para marcar asociaciones y elegir lugares de caída.
El aire de los textos, divididos en secciones que son modulaciones de la premisa («He venido a brindar conmigo mismo», «La segunda ley» y «Sherpa») es de afirmaciones que van ampliando su referencia gracias al manejo de la distancia y del desvío como estrategias para decir siempre otras cosas, para empezar en un punto y derivar a otro, y encontrar en esa llegada al otro el funcionamiento de una lengua. Área de Broca hace pensar en la poesía a la vez como algo que se piensa y como algo que se escribe, de un modo bastante poco frecuente en nuestras letras. Por ese lado pone de manifiesto nuestro sistema de expectativas ante un texto poético, habida cuenta de todo lo que hay, de todo lo que se publica y se lee en nombre de la poesía, y de la concepción de la poesía como una escritura al borde, indomable pero también prisionera de la expresividad recobrada después de la modernidad.
El libro de Alberte hace pensar de otro modo porque su lectura nos pone ante un grado cero de la comprensión de la poesía; a esta altura, después de haber escrito no solo poesía sino también narrativa, el ejercicio de la escritura se vuelve consciente de sus posibilidades. Se agarra del tono poético para explorarlo, y así desprender, texto por texto, esquirlas de inteligencia: se pregunta cómo se encara un acto poético, qué significa escribir poesía cuando la amplitud del tema (el lenguaje, el cerebro) se vuelve amplitud de escritura; cuando es necesario, además, producir belleza, cuyo índice va a depender del tipo de juego que se inaugure y no de lo ya sabido y desgastado. Todo puede ser, pero el control del lenguaje opera, también, con libertad. El mundo se iguala ante la página. Si en toda escritura hay otra cosa, algo a lo que se alude por encima de lo que se dice, y ese segundo plano brilla, como para orientar la lectura en silencio, Área de Broca es una reflexión, un gesto, un ajetreo con el lenguaje poético que alcanza la belleza al mismo tiempo que la inteligencia.
[1] Poema extraído de Área de Broca, de Nicolás Alberte (Yaugurú, 2020), página 18.
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