literatura italiana
Yo vivo con el alma abierta, yo ya no tengo secretos
Por Magdalena Portillo / Miércoles 21 de setiembre de 2022
Detalle de «Alda Merini», Vaclav Pisvejc (2012).
La obra de la italiana Alda Merini supura amor y pena, como ella misma escribe. Signada por la vivencia dramática del manicomio, en el que estuvo internada en numerosas ocasiones, Merini se ocupa también del amor con una intensidad asombrosa. Magdalena Portillo recorre su poesía y se detiene en el libro Delirio amoroso, traducido por Melina Márquez y editado por Altamarea.
Mi madre me miraba y decía: «Tienes las caderas firmes. Serás una buena tierra». Una buena tierra, sí. Una buena tierra para fecundar. Pero también tenía un buen espíritu y quizás de esto mi madre no se dio cuenta. Yo era delicada, esquiva, y aquel cuerpo, mío y lozano, me molestaba. Me aislaba y me preguntaba si mi poesía era igual a mi cuerpo y mi cuerpo igual a mi poesía. Quería ser diáfana, dulce y descolorida. Quizá fue ahí donde comenzó el engaño.
Alda Merini es considerada una de las grandes voces de la poesía italiana del siglo XX. Nació en Milán, en la primavera de 1931. Comienza a escribir a los quince años y a rodearse de poetas como Pasolini, Manganelli, Corti, Erba y Turoldo. Decía de la poesía que era una entidad, que aparecía cuando sentía que la rodeaba la belleza, y desaparecía cuando algo o alguien la perturbaban. En 1953 Merini escribe su primer libro, titulado La presenza di Orfeo, que recibe gran acogida por los exponentes de la poesía italiana. Dos años más tarde publica sus siguientes libros: Paura di Dio y Nozze romane.
Luego vendrá un largo tiempo de internación, durante el cual la poeta se encontrará con la clínica Paolo Pini. Si bien ya había sido internada a los dieciséis, aquella internación había durado un mes, pero esta vez Merini permanecerá diez años en aquel lugar. Allí el silencio y el delirio serán entonces los grandes protagonistas de su existencia, y, como más tarde declarará en su diario, uno de los actos más violentos cometidos hacia ella fue que la obligaran a olvidar.
Es también en la clínica Paolo Pini donde conocerá al hombre que la ayudará a volver a la escritura, obsequiándole una máquina de escribir y alentándola a que pusiera sobre el papel todo aquello que Merini no podía decir en voz alta. Ese hombre era ni más ni menos que su propio médico psiquiátrico, Enzo Gabrici, principal destinatario de las cartas que Merini escribió durante el tiempo que duró la internación en aquella clínica. Tales cartas, con el tiempo, se convertirían en un libro titulado Lettere al dottor G.
Podría decirse de la poesía de Merini que posee elementos religiosos. Si bien la religión no llega a tomar un protagonismo fuerte en su obra, varios de sus textos se inclinan hacia ella. Sin embargo, Merini trata el tema desde el cuestionamiento, por ejemplo, en su libro Padre mio, en el que encontramos poema que cuestionan la figura del padre como entidad religiosa. La mística también está presente en su poesía y temas como la locura, las obsesiones, el amor y el desamor arman el conjunto de su obra, que no es más que las propias experiencias que vivió Merini. Su poesía, a pesar de las duras experiencias que le tocaron, es luminosa, intensa y de imágenes que trascienden el dolor, dejándolo atrás como si de esa clínica en la que estuvo una década internada se tratara.
Alda Merini escribió varios libros y entre sus obras más destacadas se encuentran La Terra Santa (1984, premio Libex Montale), L'altra verità. Diario di una diversa (1986), Ballate non pagate (1995), Clinica dell'abbandono (2003), La carne degli angeli (2009) y Delirio amoroso (2010). Varias de sus obras han sido traducidas al español y Vaso Roto Ediciones le ha dedicado especial atención en su catálogo.
Fue una escritora que plasmó en su obra las grandes experiencias de su vida, las entradas y salidas de la clínica psiquiátrica, la maternidad, el amor, la religión, el delirio y el abandono. Era «La loca de la puerta de al lado», como tituló uno de sus libros. En una entrevista realizada en 2006, Merini dijo que vivió toda su vida como una pecadora y que no se arrepentía de nada. Falleció en 2009 dejando una obra literaria tan excepcional como única. Una mujer que se movía entre el delirio y el desvelo, buscando acaso en la poesía el único refugio en el que sus imágenes se volvían reales.
Algunos fragmentos del libro Delirio amoroso, traducido al español por Melina Márquez:
Si el arte es una sustancia difícil, recórrela en silencio. No encontrarás a nadie esperándote al final del camino. Ni encontrarás el olivo de tu mejor paz. Si el arte es profundo como tu madre, escúchala en silencio: es ahí donde se muere.
Nació en mí una obsesión. Y la obsesión se volvió poesía.
Quizás me he convertido en poetisa porque la poesía no me importaba en absoluto; aunque he devorado libro tras libro, aunque el canto lo tenía dentro (pero era el canto de la vida, y esto no lo han entendido).
Soy ahora lo que era entonces: una mujer que supura amor y pena. Una mujer que supura sentimientos de vergüenza y de ternura: indicios llamativos de sufrimiento que hacen las delicias de la lujuria humana.
Leé otros poemas de Alda Merini acá.
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