Todo lo que deslumbra
Una escritura orgánica, instintiva y visceral: entrevista a Irene Solà
Por Juan Camilo Rincón y Natalia Consuegra / Jueves 04 de abril de 2024
Foto: Ignasi Roviro.
La escritora y artista catalana Irene Solà, autora de libros como Canto yo y la montaña baila y Te di ojos y miraste las tinieblas, conversa con Intervalo a propósito de sus mecanismos de escritura y cuánto se emparentan con aquellos de las artes visuales.
Con una voz sosegada, Irene Solà, nacida en Malla, provincia de Barcelona, en 1990, va contando cómo escribe, desde el instinto y de manera casi visceral, con juiciosas exploraciones de archivos. Considerada una de las voces catalanas con mayor proyección en la actualidad, la licenciada en Bellas Artes de la Universidad de Barcelona y magíster en Literatura, Cine y Cultura Audiovisual de la Universidad de Sussex, bebe de muchas aguas y encuentra en la literatura latinoamericana una rica fuente para nutrir su escritura.
Solà es autora de las novelas Los diques (2021), traducida del catalán por Paula Meiss y reconocida en 2017 con el Premio Documenta de narrativa para menores de 35 años; Canto yo y la montaña baila (2019), ganadora del cuarto Premio Anagrama de novela en catalán en 2018 y traducida al español por Concha Cardeñoso, un libro en el que los mitos y la naturaleza se conjugan para dialogar con hombres y mujeres desde la magia de un lenguaje sin efectismos. También es autora de Te di ojos y miraste las tinieblas (2023), llevada a nuestra lengua por Cardeñoso y con una trama habitada por una matriarca y sus descendientes, fantasmas y demonios, arrieros y brujas que componen un folclor que es narrado con arrebato. El poemario Bestia, publicado en 2012, marcó su incursión en el mundo literario y le significó el 48 Premio Amadeu Oller para poetas inéditos.
Su producción como artista visual la ha llevado a exponer en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, la Bienal de Arte Contemporáneo Catalán, y las galerías Whitechapel y Jerwood Arts de Londres, en una búsqueda permanente por encontrar —y dar— un sentido al mundo.
La obra de Solà fusiona con destreza historias que transcurren en entornos rurales y parajes remotos desde una narración muy contemporánea y una escritura experimental en la que todo es posible porque, como lo dijo alguna vez, al lector no hay que masticarle más de la cuenta y, mucho menos, tenerle pena. Intervalo conversó con la autora sobre su proceso creativo y su diálogo con la literatura de nuestra región.
¿Cómo se hibridan en su producción las miradas desde la narración, la poesía y las artes visuales?
Para mí esa mirada está —o yo la noto sobre todo— en el proceso. Tengo formación como artista, escribí un libro de poesía desde un taller de Bellas Artes, y mientras estaba estudiando esa carrera mi sensación es que mi manera de trabajar bebe totalmente de las metodologías del arte contemporáneo. Le doy enorme importancia al proceso, que es tan o más importante que el resultado final. Es todo un trabajo que tiene mucho que ver con la curiosidad, el aprendizaje, las ganas de hacer preguntas y hacerme preguntas, el juego entendido como una cosa muy seria. Siempre digo que, cuando empiezo una novela, no sé qué novela voy a escribir y, de hecho, no me preocupa mucho. Lo que sí sé es que voy a dedicarle todo mi tiempo y energía a reflexionar, a investigar, a desarrollar, a sumergirme en un cúmulo de ideas y conceptos, y a partir de ahí voy a ir construyendo y entendiendo qué libro estoy escribiendo y cómo voy a contar esa historia. Diría que hay algo de orgánico, de instintivo y de estomacal en lo que hago, paralelo a toda una intención y unas ganas de reflexionar, de pensar siempre, pero desde el goce que permite el hecho de contar historias y de que te cuenten una historia. Aparte de toda la capa intelectual y de reflexión, también hay una capa de placer.
Es interesante esta especie de fusión entre el deleite de lo visceral y de lo intuitivo en conjunción con la investigación que usted hizo, por ejemplo, sobre las brujas para Canto yo y la montaña baila. ¿Cómo trabaja la recolección de la documentación y la revisión de los archivos para luego convertirlos en una narración tan poderosa?
Mi sensación es que lo que yo hago es construir una piscina que voy llenando de investigación, de información… Investigación puede significar ir a archivos y a la biblioteca, leer muchísima literatura pero también tesis doctorales y todo lo que caiga en mis manos. Pasa también por conocer expertos, conocer gente que sabe cosas que yo no sé, pisar ciertos territorios o visitar ciertos lugares, ver infinitas horas de vídeos de YouTube. Es ir llenando esta piscina y tan pronto hay suficiente agua, lanzarse a ella y empezar a nadar, o sea, empezar a escribir. Mi intención siempre es trabajar con estos materiales y todas las posibilidades de reflexión que me ofrecen, pero llevándomelos a una arena creativa. Busco reflexionar, proponer preguntas y proponer ese goce del que hablaba recién, pero desde el terreno creativo; usar esos materiales para construir una historia y unos mundos que tengan distintas capas. Un lector puede acercarse y leer una primera capa en la que recibe una historia, pero si el lector lo desea, y tiene la energía y las ganas, puede seguir escarbando para encontrar otras capas, ir escuchando y leyendo todas estas posibilidades de reflexión y las preguntas que le van apareciendo.
¿Cómo aborda los cuerpos en su literatura? ¿Qué cuerpos son esos que están en su escritura?
Concretamente en mi última novela, Te di ojos y miraste las tinieblas, establezco un juego muy buscado con la idea del cuerpo. Es una novela que podríamos llamar de fantasmas; la gran mayoría de sus personajes, o al menos aquellos que se van pasando de una a otra la voz narrativa, son un grupo de mujeres que están del otro lado y a las que podemos considerar como fantasmas, espíritus. Es un grupo de mujeres que habitan una casa donde nacieron, vivieron y murieron desde hace más de cuatro siglos. En esta novela me interesa mucho jugar con la figura del fantasma como personaje atado a la idea de la memoria, del olvido, del recuerdo, pero también es esta figura que no tiene cuerpo, que no se puede tocar ni ver. Quise hacer una novela de fantasmas absolutamente corpórea, obsesionada casi con la idea del cuerpo, con la carnalidad, y no solo con el cuerpo de estas mujeres. Hay una constante fijación con todos los cuerpos y su oscuridad: los de estas mujeres, el cuerpo de la misma casa, el cuerpo de absolutamente todo lo que aparece en el libro. La novela está llena de descripciones de cuerpos que están sintiendo dolor y placer; hay muchos partos y también muchas muertes, descripciones de torturas, pero también de cómo se le da placer a un cuerpo, cómo se elaboran trampas para cazar lobos, cómo se prepara un cabrito para cocinarlo. También hay montones de referencias a los malos olores, al tacto, al gusto y a todo lo que entra o que se relaciona con nosotros a través del cuerpo. Siento que hay mucho de la escritura de Toni Morrison, que tiene una manera de tratar el cuerpo que, con certeza, me alimenta.
¿Cuáles son las voces que más resuenan en su proceso creativo y de escritura?
Mi sensación es que yo bebo y me alimento de muchísimos materiales, de muchísimos otros escritores y escritoras; también de artistas, cineastas, productores culturales. Empezaría por Víctor Català y Mercè Rodoreda, dos maravillosas escritoras catalanas, pero luego también tengo que hablar de Virginia Woolf, Toni Morrison, William Faulkner, Enrique Casasses, Ali Smith. También he tenido un interés muy fuerte por lo que se escribía y lo que se hacía artísticamente desde Latinoamérica, y entonces vienen Juan Rulfo, Mariana Enriquez, Verónica Gerber Bicecci, Marina Closs. Añadiría también a Lucrecia Martel, Pilar Quintana, Gabriel García Márquez, Pedro Lemebel... Yo estudié bellas artes en Barcelona e Islandia; luego me fui a hacer un máster en Literatura, Cine y Cultura Visual en Inglaterra y era muy anglosajón; todo lo que leí estaba en inglés, así que se me despertaron unas ganas locas —que ya venían de mucho antes, porque siempre me ha interesado mucho lo que se escribía desde Latinoamérica— de entender y leer todo eso que me deslumbra.
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