diarios
Somos perdedores, somos ganadores
Por Marianella Morena / Miércoles 20 de diciembre de 2017
Foto: Claudia Sánchez
Cuando ensayábamos Las Julietas (2008-2009), habíamos aplicado a dos fondos públicos y no ganamos; entonces miro para el costado y veo cuatro sillas en la cocina de mi casa, unos discos en la mesa de trabajo, y les digo a los actores: «Vamos a alejarnos del “no tengo” y vamos a concentrarnos en el “tengo”. El fracaso será una oportunidad». Y así lo vivimos.
No tenía un texto dramático, no tenía dinero. Tenía cuatro artistas dispuestos a jugar conmigo, ideas, ganas, y un verano para trabajar. No tenía nada y tenía mucho. Cambio la perspectiva, me desvinculo del concepto de puesta, es decir: montar en línea cronológica, para desmantelar a Romeo y Julieta, ya que no tengo el elenco suficiente, no tengo sala, no tengo presupuesto, no obtengo lo que quiero, entonces soy una voyeur, una ladrona. Desde ese lugar me paro frente al texto de Shakespeare. Y eso les propuse a los actores: no son nada, no tienen personaje, ni parlamento; no representen, observen y roben. Vamos a vampirizar al gran macho del teatro y vamos a ponerlo en juego con otro macho: el fútbol. Así empezamos a probar materiales, ellos y yo en un apartamento de la ciudad vieja, con mi gata que nos invadía, y mi hijo que cada tanto dejaba sus autitos y venía corriendo a reírse con nosotros.
La risa, y juntar los pedazos imposibles, sin relato, sin posibilidad, desde ahí probamos, una cosa con otra, un personaje que se queda sin nada, los parlamentos de Julieta en varones, donde solo hay que creer para que suceda, solo eso. Cuatro que esperan un momento de gloria.
«Todo celeste, la mesa celeste, la mujer celeste, el perro celeste… es que le daban al celeste.»
Y así, en ese rompecabezas criollo, armamos Las Julietas.
Escribir para la escena es hacerlo para la realidad propia. Esa ecuación (producto de la economía) es la que define un punto de vista que titulo capitalizar la adversidad. Y, si bien no gané ni plata ni premios en Uruguay, en Buenos Aires nos dieron un Teatro del Mundo al mejor espectáculo extranjero; postulé al festival Fringe en Madrid, entre más de mil obras internacionales, quedamos seleccionados y viajamos en julio de 2013. Desde la austeridad, desde la convicción: somos y hablamos desde quienes somos.
Es el motor y sus constante desafíos a los sí y a los no.
Las escrituras dramáticas ya no son las determinantes. No. Sí, son las escrituras escénicas las que definen este siglo. Es la subjetividad de un creador y su filosofía teatral para plantear la pregunta, desde un colectivo que dialoga con otro colectivo, desde una ficción que se renueva desesperadamente para estar viva. Viva, en lo efímero del vivo.
Crear desde quienes somos, entenderlo, forma parte también de las inteligencias necesarias para ser y no importar modelos de producción, y valorar nuestra rebeldía como sello de identidad. Somos perdedores y ganadores a la vez, ninguno por encima del otro.
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