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Recomendaciones de Horacio el oso

Libros expandidos

Por Horacio el oso / Miércoles 23 de octubre de 2019
«El bolacero», Mariano González y Luisa Sabatini (Factor 30, 2019). Foto: Manuel Rodríguez Rico

Horacio el oso acaba de descubrir un libro que se lee diferente, se estira como un chicle, se encoge como un acordeón y crece rápido como una flor. Sorprendido, le pregunta a su amiga librera y encuentra, en las estanterías de Escaramuza, tres libros expandidos para recomendar: un libro-escultura, un libro-mudo y un libro-bolazo.

¡Hola, amigas y amigos!

Ustedes que tanto leen, seguro que tienen muchos libros en su biblioteca. También, estoy casi seguro, de que la gran mayoría de ellos se pueden leer pasando sus páginas, una a una, despacito, para ir descubriendo los detalles que las palabras e ilustraciones guardan. 

Muchos de mis libros son así, pero el otro día descubrí uno diferente: era un libro delgadito, pesaba muy poco y cuando quise abrirlo ¡no podía pasar las páginas! Las hojas estaban unidas entre ellas y el libro se estiraba y se estiraba y se estiraba... parecía un chicle. Pregunté con mucha sorpresa a mi amiga la librera qué había pasado, si alguien había olvidado separar las páginas y cómo se leía un libro así. Con una gran sonrisa, me explicó que existen libros especiales, que se despliegan, se expanden y se contraen, que crecen y se encogen, y que parecen un acordeón. ¿Se imaginan un libro tan elástico como un chicle? ¿Y un libro capaz de hacer música cómo un acordeón? ¿Y qué pasaría si el libro siguiera creciendo hasta el infinito? 

Mi amiga librera me dio también un último consejo: «cuando te sentés a leer un libro expandido, hacelo en un lugar con mucho espacio, porque crecen, crecen, crecen ¡y llegan a ser tan grandes como un oso!»

Un libro-escultura: El juego de la escultura, de Hervé Tullet (Phaidon, 2012)

Este libro lo recomiendo a mis amigas y amigos más jóvenes. Seguro que ya conocen a Hervé Tullet, su autor, al que llaman «el príncipe de los libros preescolares», porque me encanta jugar con sus libros. En esta ocasión, las páginas son duras y contienen unas ranuras para colocar piezas de diferentes colores y formas. Yo construí un dragón y le añadí una lengua de fuego con cartulina roja y ojos amarillos. Este libro se puede leer con amigas y amigos y desmontar tantas veces como queramos para formar esculturas y cuentos nuevos.

«Juego de la escultura», de Hervé Tullet (Phaidon y Océano travesía)

Un libro-mudo: Tralarí tralará, Francois Soutif (Picarona, 2016)

Este libro no tiene textos y, como si fuese un teatro mudo, las escenas se desarrollan al extender las páginas.  Dos son los personajes, un niño y un gigantón, que encuentran una flor. El problema es que la quieren los dos. ¿Cómo harán para tenerla? Lo más divertido es que al no tener diálogos, pueden jugar con amigos a inventarlos. Una vez me tocó ser el gigantón y me enamoré de la flor, pero cuando me tocó ser el niño, me convertí en un pillo contador de historias. Tralarí tralará, un nuevo cuento que inventar.

«Tralarí tralará», de Francois Soutif (Picarona, 2016)

Un libro-bolazo: El bolacero, Mariano González y Luisa Sabatini (Factor 30, 2019)

Y mi favorito, para mis amigas y amigos más grandes, es El bolacero. No sabía que existía esa profesión, pero parece que un señor barbudo va por las calles de la ciudad con su camión destartalado, juntando bolazos: pipas que vuelan y mesas con zapatos, entre otros objetos extraños. Además, tiene un método para recogerlos que es toda una novedad de eficiencia tecnológica, pero para descubrirlo tienen que leerlo.

También este libro se puede leer por el otro lado. Aquí van a encontrar una canción que pueden ampliar con sus bolazos y un espacio para dibujarlos. ¿Qué bolazos le regalarían a su abuelo? ¿Y a su tía? ¿Cómo los dibujarían?

Yo tengo unos bolazos dedicados para ustedes, mis amigas y amigos lectores:

Soy un oso, el oso Horacio y tengo aletas como un pescado

Me gusta leer, al derecho y al revés,

Y les recomiendo El bolacero, que aunque bolazo, está zarpado.

«El bolacero», Mariano González y Luisa Sabatini (Factor 30, 2019). Foto: Manuel Rodríguez Rico

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