Poesía visual
John Cage y las formas del arte
Por Mariangela Giaimo / Miércoles 06 de setiembre de 2023
John Cage. París, 1981.
Las artes son territorios que se solapan, se mezclan, y dentro de los cuales viven bichos artísticos todoterreno o híbridos. En ese límite están los libros de la editorial Metales Pesados sobre la obra de John Cage, un artista de varios lenguajes; la obra de Vladimir Muhvich y la muestra Qué cosa, la poesía visual?, manifestaciones todas que dan cuenta de las ambigüedades y las categorías del arte.
Estos espacios de escritura entran en la categoría de «artes visuales». Se trata de una etiqueta que da cuenta de un conjunto de expresiones de autor que tienen como centralidad lo visual, pero que también pueden entrecruzar otros lenguajes y soportes. En esa sintonía es que, como dije, me atrevo a conectar el libro Visual Art, de Cage, a dos muestras, una en Montevideo —y que ya terminó—, y otra en Buenos Aires —que continúa un mes más.
Empiezo por el Proyecto Enegrama que estuvo en el nuevo espacio Obrador, de Tres Cruces, y que forma parte de un proceso de más de doce años del artista visual, restaurador y conservador Vladimir Muhvich. El proyecto de este artista tiene como tema central la categorización de los formatos del arte, en este caso desde varias modalidades de soportes que plantean los certámenes oficiales. Propone, a través de la visualización de formas en diversos soportes, un «mapeo» —a través de modelos matemáticos— de las categorías de colecciones, archivos, y acervos nacionales e internacionales.
La propuesta de Muhvich indica, entonces, presencias y ausencias, pero, por sobre todo, la necesidad de categorizar en el arte —también para reconocer cuáles son las obras y las características que son validadas—, y cómo las denominaciones limitan las prácticas y las producciones de las artes visuales.
En ese sentido, los libros de John Cage Visual Art (2011), Music (2012) y Words (2013), de la mano de la editorial Metales Pesados de Chile, dan cuenta de los límites, a veces borrosos, entre las convenciones de lo que entendemos como una obra escrita, musical y visual, al tiempo que hacen foco en un artista en particular. Los libros surgen de la conversación —antes de morir— de John Cage (1912-1992), uno de los artistas norteamericanos más influyentes del siglo XX, con Joan Retallack, poeta, crítica y profesora de artes.
[John Cage. Foto: Rob Bogaerts / Anefo, CC0, vía Wikimedia Commons].
Cage es un artista contemporáneo que atraviesa la composición musical, la pintura, la poesía, y la filosofía —además de ser instrumentista— con fuerza propia —en eso de la experimentación—. También colaboró con artistas emblemáticos como Marcel Duchamp (recordemos su acción de jugar al ajedrez con elementos sonoros electrónicos) y Erik Satie, pasando por otros contemporáneos como Robert Rauschenberg, Ellsworth Kelly y Andy Warhol. Cage no cree en la distancia entre el arte y los espectadores, sino que entiende que el arte forma parte de la vida: todo ser humano es un artista en potencia, y su propia idea del arte y del artista es distintiva. Es más, Cage propone un proyecto filosófico —nutrido por la influencia de Oriente— cuyo eje es la liberación estética con respecto a las convenciones, el gusto y los modelos tradicionales de subjetividad.
En su propuesta musical, Cage da espacio al azar para separarse así de la música tonal. En su famosa pieza 4'33 —obra en tres movimientos— propone escuchar el silencio como forma de entender que el sonido es un concepto amplio que abarca no solo el aspecto sonoro del instrumento. Actualmente, en su web, se puede encontrar una aplicación digital para celulares para que los usuarios puedan subir tres pequeños «movimientos» del ambiente sonoro de su espacio vital, para compartir con otras personas y así ir construyendo un mapa de «performances sonoras». También se encuentra la aplicación para «prepared piano»: un dispositivo que permite agregar objetos para que luego estos sonidos pueden ser utilizados como un instrumento.
[Cage reparando un piano. Foto: Irving Penn, 1947].
Cage no es considerado netamente un escritor, pero ha publicado sobre su pensamiento musical, su vínculo con la literatura y sobre cómo componer con el lenguaje. En Words, sus textos asumen las formas escriturales de mesósticos: poemas o textos dispuestos de forma vertical que se interceptan por una letra y generan, así, una cuerda de letras en mayúscula que corre por el centro. Cage ideó una notación para facilitar la lectura en vivo y marcar el ritmo: un espacio seguido por un apóstrofe es una respiración:
Aquí habla Cage —escribe, en realidad—, y retoma los textos del pintor Jasper Johns sobre su participación en la Bienal de Venecia de 1998. También están sus cartas personales en Escribir en el agua. Cartas. 1930-1992 (Caja Negra, 2021), y en Ritmo, etc (Interzona, 2017) encontramos diversas propuestas textuales (además de los textos mesósticos, aforismos, diario, poesía, ensayos). Por su parte, en El libro de barro. Cómo hacer pasteles (La Marca, 2018) propone una aventura para niños y niñas junto a Lois Long.
La condición mutifacética de Cage también abraza la falta de límites del arte. Aquí propongo conectar esta reseña con la muestra Qué cosa, la poesía visual?, del Centro Cultural Kirchner, que juega con los límites entre la palabra, el sonido y la imagen. La componen 25 artistas del Cono Sur como León Ferrari, Mirtha Dermisache, Edgardo Antonio Vigo y Juan Carlos Romero, Augusto de Campos, Caetano Veloso, Lenora de Barros, entre otros grandes nombres. Encontramos carteles, inscripciones callejeras, novelas gráficas, telares, en los que la palabra como imagen y poesía atraviesa las obras. Es muy interesante escuchar a los artistas explicando el vínculo de las diversas herramientas en la serie de videos que realizó el Centro, así como ver sus propuestas que atraviesan soportes, formatos, y técnicas. Con esta invitación a cruzar el charco, quedan pendientes más puentes entre las diversas formas del arte.
[O pulsar, de Augusto de Campos, 1975, expuesto en el CCK].
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