De las lecturas de estos últimos días me gustaría rescatar dos libros e informar sobre un par de acontecimientos.

Para empezar, De aquí a la eternidad (Capitán Swing, 2018) un libro para curiosos.

Escrito por la propietaria de una empresa fúnebre estadounidense —Caitlin Doughty— e ilustrado por Landis Blair, el cual lo transforma en un objeto hermoso, es un viaje por varios países en persecución de los diversos ritos mortuorios y el tratamiento dado a los cadáveres. Indonesia, México, España, Bolivia, Japón y un par de estados de EE.UU. componen este viaje sorprendente.

Las diferencias culturales a la hora de enfrentar y gestionar —o dejar en manos de empresas dicha gestión— el cadáver de nuestros seres queridos o la preocupación por nuestro propio e inexorable cadáver son el tema del libro.

Lejos de cualquier morbosidad, sino con pragmatismo y hasta humor, la autora nos demuestra cómo lo que es normal en algunos lugares puede resultar atroz en otros. La conservación durante años del cadáver del abuelo momificado en casa, sin olvidar pasarle el plumero cada dos por tres, la cremación o la transformación en compost son algunas de las opciones que tenemos por delante. Curioso por su temática y curioso por su redacción entretenida, respetuoso sin evitar la sonrisa, son algunas de las características que hacen de este libro una lectura muy recomendable.

Ciencias ocultas (Fiordo, 2019) es mi segunda recomendación.

Escrito por Mike Wilson, chileno-americano, se nos presenta en la contratapa como una novela policial, del subgénero constituido por el crimen de habitación cerrada, como una narración de horror, una naturaleza muerta... Es todo eso y más.

En el primer párrafo se nos presentan los personajes, a saber, una anciana fibrosa, una joven andrógina, un costurero chino, un perro irlandés y, por supuesto, un cadáver tendido en el suelo. Tres personas vivas y muy diferentes entre sí, más un perro, en una habitación en torno a un cadáver reciente. ¿Qué pasó? ¿Quién fue? ¿Qué reúne a estos personajes? Qué tienen en común y hasta de quién es el perro fue lo primero que pasó por mi cabeza después de esos primeros renglones.

Luego, el autor, en un pase casi de plaza de toros, comienza a describir minuciosamente, hasta el último detalle, cada objeto de la habitación y su historia y el lector siente que fue, como toro al capote, tras una respuesta a las primeras interrogantes y disfruta de las historias de los muebles, los retratos y los retratados. Pero el cadáver sigue allí y algo debería suceder con este, ¿o es que en realidad entramos al trapo y el escritor nos engañó?

Si bien el recurso literario de la descripción exhaustiva de un lugar y sus objetos no es nuevo, había caído en un cierto desuso, y este autor logra darle una vuelta de tuerca y otra y otra, hasta hacernos sentir ya no en la habitación, sino en un laberinto por el cual nos dejamos llevar tomados del codo para dar vueltas y vueltas y que el autor nos diga: «¿ves?, por acá no es».

Una novela hipnótica, de las que nos hacen desear que se vaya la visita para seguir leyendo o comer con una sola mano para sostener de zurda el libro.

No se la pierdan.

Y por último dos noticias:

Se editó la poesía de Orfilia Bardesio en dos tomos, con estuche, por parte de Yaugurú, rescatando así una voz perdida, con un excelente prólogo a cargo de Luis Bravo. Esta escritora de la Generación del 45 lo merecía. Un aplauso.

También se reeditó por parte de Cal y Canto la poesía completa de Idea Vilariño, esta vez con profusas anotaciones, extenso prólogo y un reportaje de los pocos que dio Idea a cargo de Jorge Albistur y una breve biografía de la autora. Aplauso una vez más.

Más recomendaciones en la próxima nota. Gracias.