lecturas que le dan calor al alma
Descubrirse en Alaska
Por Sofía Aguerre / Jueves 27 de setiembre de 2018
A veces hay que alejarse de todo para volver a encontrarse en otros y en una nueva versión de uno mismo. Tal vez, esa versión que creemos nueva siempre estuvo ahí y era solo cuestión de tiempo dejarla salir a la luz. Una historia de un viaje que lo cambia todo, pero que nos enseña que, en vez de huir, hay que abrazar nuestro destino.
Cuando la vida pega fuerte, podemos llegar a preguntarnos quiénes somos. Incluso, preguntarnos si alguna vez lo supimos. A veces, esa pregunta solo se contesta dejando todo lo conocido de lado, empezando de nuevo. Y eso es lo que le pasó a Heather, la protagonista de esta novela de la autora española Alice Kellen.
Heather, una chica joven que arrastra mucha culpa, termina huyendo a Alaska en busca de algo. También es cierto que huye de aquello que la atormenta, pero no se nos dice demasiado. De a poquito, con cuentagotas, nos vamos enterando de qué esconde el pasado de Heather y por qué nuestra protagonista decidió ir a perderse y encontrarse en un lugar tan recóndito como Alaska.
Allí la reciben con sentimientos agridulces. Inovik Lake es un lugar pequeño, donde todos se conocen y, por lo tanto, se sienten algo reticentes a aceptar a una extraña. Algunos son más amables, otros le advierten de que Alaska es un lugar complicado y otros tan solo anticipan que no va a durar mucho allí. Sialuk es una de las primeras, una muchacha entusiasta y cordial. John está en el medio, en una escala de grises entre ser una figura paterna y considerar que Heather debería irse cuanto antes. Y después está Nilak, quien no quiere saber absolutamente nada con ella y se dedica a mirarla con seriedad y permanecer en silencio.
Así es como nos podemos dar cuenta, sin embargo, de la historia que se cuece lentamente entre ambos. Una historia de sanación, de aprender a volver a ser uno mismo a través de la confianza y de infinitos momentos compartidos. De descubrir, por ejemplo, que Heather tiene talento para el canicross, una modalidad de carrera de trineos con perros, y que Nilak puede volver a este deporte, si es para ayudar a Heather. Caos, un perro muy cariñoso y particular, será crucial para esto.
Ambos guardan secretos, sobre los dos pesa un pasado que los deja inmóviles, paralizados, incapaces de seguir adelante y recuperar a las personas que fueron. Conocerse los ayuda a reencontrarse de a poco con sus esencias, así como empezar a conocer las personas que podrían llegar a ser. El frío de Nilak, la aparente inutilidad de Heather… Todo toma una forma diferente en Inovik Lake.
Sin embargo, en este lugar también hay secretos, de los que pesan. De los que todavía duelen y de los que solo se nos insinúan cosas a través de las entradas de un diario que parece no tener relación con la novela. La verdad, una vez revelada, es descorazonadora. Especialmente porque los personajes de esta novela son tan cercanos, tan reales, que cualquier daño que sufran nos duele a nosotros. Y su aprendizaje está teñido de tristeza.
Pero esta no es una novela triste. Es una historia dulce, llena de personajes entrañables, como Sialuk, Seth o John, que ayudan a Heather en su camino hacia ella misma. En la atmósfera dura e indómita de Alaska, tanto Heather como nosotros podremos sentirnos como en nuestro hogar, y no cualquier novela se convierte en un hogar.
Es importante tener en cuenta que este libro entra en una categoría conocida como New Adult, es decir, entre lo juvenil y lo adulto, y que sus personajes son jóvenes adultos. Por lo tanto, sus problemas y su desarrollo corresponden a los de personas de su edad.
En conclusión, El día que dejó de nevar en Alaska es una novela muy bella, contada con mucho amor y una prosa que cala hondo, perfecta para una tarde fría, con un té y una manta que nos den tanto calor como las palabras de Alice Kellen.
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