vida y obra
Banana Yoshimoto: Japón no está tan lejos
Por Natalia Mardero / Jueves 11 de enero de 2018
Quizá la mayoría de nosotros nunca visitemos Japón, y, sin embargo, hay autores que alimentan nuestros deseos de viajar por sus versiones posmodernas y for export de tierras niponas, provocándonos ensoñaciones y nostalgia por lugares que nunca hemos visto. Es el caso de Banana Yoshimoto (Tokio, 1964) autora que, pese a ciertas similitudes, sería injusto colocar a la sombra de Haruki Murakami. Lo que los une, sí, es que son dos de los escritores contemporáneos más populares dentro y fuera del archipiélago.
La cuenta de Instagram de Yoshimoto muestra fotos de platos orientales tan extraños, coloridos y frugales como su prosa. Desde la aparición de Kitchen (1988) primera novela editada cuando tenía veintitrés años, su obra ha dejado entrever un particular interés por la comida: «Estoy interesada en los sentimientos que las personas tienen cuando preparan un plato», dijo. «Cuando comen, los personajes pierden el estado de extrema tensión, se relajan y adquieren de repente el toque humano. Es muy importante describir ese momento y atrapar su humanidad.»
Pero Kitchen es mucho más que un libro que habla sobre comida. Es una gran novela de iniciación cuyo éxito radica en que nos muestra una generación alejada de la tradición; es un viaje intimista y contemporáneo de la mano de jóvenes angustiados que buscan superar el dolor de la pérdida: un Japón a la medida de los lectores occidentales.
Yoshimoto se crio en un ambiente más libre que el de la mayoría de los niños japoneses. Su padre Takaaki fue un intelectual y líder del movimiento estudiantil a fines de los sesenta, su madre Kazuco era poeta y su hermana Haruno Yoiko es una reconocida dibujante de manga. En la Universidad de Nihon, en Tokio, decidió comenzar a escribir bajo el seudónimo de Banana (su nombre real es Mahoko) gracias a su amor por la flor del plátano, la que considera «adorable y andrógina». Kitchen recibió algunos de los premios literarios más importantes de Japón, pero no fue hasta comienzos de los noventa, cuando se tradujo a varios idiomas, que su popularidad se extendió por todo el mundo.
Luego vinieron más de una docena de novelas, ensayos y libros de relatos como El lago, Recuerdos de un callejón sin salida, Amrita, Lagartija, Tsugumi, y el celebrado libro de cuentos Sueño profundo (todos editados por Tusquets). El mundo que nos retrata Yoshimoto está lejos de la tecnología enajenante y la Tokio superpoblada. La vida transcurre en una realidad particular, a veces delirante, densa y extraña como un sueño de verano. Sus personajes rara vez salen a la calle, pero hablan con fantasmas, duermen, reflexionan y se despabilan con la pasión por la comida. El mundo interior de los personajes es mucho más rico que el entorno, y sus cavilaciones nos enfrentan a dilemas universales: «Mis novelas y mis ensayos tratan sobre preocupaciones que la gente prefiere evitar o no pensar demasiado. Creo que yo recojo aquel sentimiento abandonado que alguna persona ha evitado afrontar porque le resulta muy duro».
Pero sus textos no son tristes o pesimistas. O en parte sí, pero no solamente. A través de una escritura poética, bella y despojada, la autora sabe cuidar a sus personajes. Hay bocanadas de aire fresco, hay delicadeza, florecimiento y contemplación; una fuerza inexplicable que, pese a los conflictos de la vida, los saca a la superficie.
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