¿plagio o apropiacionismo?
Los caballos robados
Por Mariangela Giaimo / Viernes 03 de agosto de 2018
Quien cruce el río puede encontrarse en el MALBA con dos artistas que utilizan la fotografía como forma de expresión: Cindy Sherman y Richard Prince. Sus obras se exhiben hasta el 29 de octubre y Mariangela Giaimo nos cuenta un poco de la experiencia de ver a través de los ojos de estos artistas.
Prince, en especial, vuelve con su estrategia de apropiacionismo. Apropiarse es convertir en tuyo algo que es de otro, de otro dueño. Muchas veces —afirma el diccionario— puede ser de forma «indebida». Pero lo incorrecto en la esfera de las artes visuales se vive y se presenta con otro sentido. En estas áreas, esta transmutación de imágenes debería ser una posibilidad de enriquecimiento, es decir, ese traslado simbólico debería darnos una nueva visión de la realidad. La apropiación en el arte es —según el catedrático español de Estética y Teoría del Arte, Juan Martín Prada— una reubicación conceptual que pone en discusión al arte con relación a lo político y lo social. Este método —indican los especialistas— se puede encontrar en Marcel Duchamp, el movimiento Fluxus, Andy Warhol, Dara Birnbaum o Barbara Kruger, entre muchísimos artistas.
Prince —quien también trabaja con lenguajes y soportes como la pintura y la escultura— utiliza las imágenes de las publicidades para volver a visibilizar lo que ya habíamos visto y así resignificarlo en la institución artística, en este caso el Malba. Así, tenemos al cowboy, como figura masculina de una marca de cigarrillos, que, si bien en una primera lectura, uno pensaría «¡Ah!, ¡Marlboro!», al no estar la marca, se puede comenzar a desarrollar el significado de cierto tipo de identidades masculinas que los medios de comunicación refuerzan y estetizan.
Hace un par de años retomó esta práctica, pero su fuente fue la red social Instagram (¿medio de comunicación masivo contemporáneo?), con su muestra «Nuevos Portarretratos». Esa apropiación le costó muchas demandas. Ya las había tenido también con el New York Times por usar imágenes en una exposición, y con la mamá de la actriz Brooke Shields —que en ese momento era menor de edad—. Obviamente, estas demandas también le otorgan a Prince promoción y espacio en los medios de comunicación.
«No fue el primero ni el único en fotografiar fotografías y no se hizo famoso solo por eso, sino por el tipo de imágenes que utilizó, lo que eligió señalar y fotografiar», explica el artista, docente y curador uruguayo Gustavo Tabares —y entusiasta el apropiacionismo—, «en las fotografías de los cowboys de las publicidades de Marlboro, el tipo se metió directamente con la cultura y los deseos del yanqui medio. Luego, las fotos de celebridades, las chicas en motocicletas, los automóviles, las enfermeras, etc., como una cartografía de la mitología americana terraja y de clase media. Las enfermeras son en realidad portadas de novelas baratas de los años cincuenta que el tipo las imprime en lienzos de gran tamaño y las pinta con acrílico por encima. Una de ellas fue a parar a la portada de un disco de mi banda favorita, Sonic Youth, lo que me acercó mucho más a la obra de este artista con mayúsculas. El disco se titula Sonic Nurse. Hace un tiempo hizo lo mismo con los cowboys que con las enfermeras, los imprimió y pintó por encima. El tipo se mete con el machismo de la cultura yanqui, también con el tema de los derechos de autor y la libre expresión. La serie de fotografías sacadas de Instagram delatan eso».
Tabares justifica el apropiacionismo de este modo: «Un artista puede usar de modelo cualquier cosa que sea real (un paisaje, una fruta, un animal, una persona, un objeto, etc.) y, entonces, no veo por qué no se pueda usar de modelo una fotografía que ya existe, que es real. Una foto de una foto no es diferente de una foto de otra cosa. Hay veces que cuando ves que la gente salta por algo, cuando el artista mete el dedo en la llaga, sin pasarse de los límites de la ética, es cuando ves qué tan conservadora e hipócrita es la sociedad en que vivimos y, en una de esas, el artista y su obra están ahí para señalar eso».
En fin, muchos pueden pensar que, como dice el propio nombre de la acción, esto sea un plagio —un tipo de recorte y pega—, o una gran pereza creativa. Más allá de las conclusiones, su obra cuestiona los valores implícitos de la obra de arte, y del artista, producida después de la era de la reproducción mecánica; la idea de la autoría, el objeto único y el papel tradicional del creador se ponen en entredicho cuando se toma algo del mundo cotidiano y se lo transforma en un objeto artístico.
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Instagram se presenta como un ámbito profano en donde circulan y se producen diversas imágenes. Una cuenta en particular genera una conexión de visualidades del ámbito de la comunicación masiva y del arte. Una excusa perfecta para poner en palabras el diálogo de las imágenes, y las continuidades y rupturas de la cultura.