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Leé un avance de «Fenomenología queer», de Sara Ahmed

Por Sara Ahmed / Miércoles 11 de setiembre de 2024
Portada de «Fenomenología queer», de Sara Ahmed (Trad. Patricia Scott. Caja Negra, 2024).

En el Mes de la Diversidad, una nueva contribución de Sara Ahmed de la mano de Caja Negra. Fenomenología queer (2024), que pronto estará en librerías uruguayas, analiza cómo se les atribuye un género, un sexo y una raza a las personas según cómo se despliegan en el espacio.

¿Qué significa estar orientado? Este libro empieza con la cuestión de la orientación, de cómo es que llegamos a encontrar nuestro camino en un mundo que adquiere nuevas formas según el rumbo que tomemos. Si sabemos dónde estamos cuando giramos para un lado o para el otro, entonces estamos orientados. Tenemos nuestras referencias. Sabemos qué hacer para llegar a este o aquel lugar. Estar orientado es también encaminarse hacia ciertos objetos, hacia aquellos que nos ayudan a encontrar nuestro camino. Estos son los objetos que reconocemos, de modo que cuando los vemos, sabemos hacia dónde estamos yendo. Pueden ser puntos de referencia u otros signos familiares que nos dan puntos de anclaje. Los encontramos sobre el terreno y crean una base sobre la cual nos podemos reunir. Y, sin embargo, los objetos se disponen de maneras diferentes, creando terrenos diferentes. ¿Qué diferencia hace hacia «qué» estamos orientados?

Mi interés por la cuestión general de la orientación está motivado por un interés en la cuestión específica de la orientación sexual. ¿Qué significa vivir la sexualidad como orientada? ¿Qué diferencia hace hacia «qué» o «quién» estamos orientados en la dirección de nuestro propio deseo? Si la orientación es una cuestión de cómo habitamos el espacio, entonces la orientación sexual también puede ser una cuestión de residencia; de cómo habitamos los espacios y con «quién» o con «qué» los habitamos. Al fin y al cabo, los geógrafos queer nos han mostrado cómo están sexualizados los espacios.[1] Si ponemos en primer plano el concepto de «orientación», entonces podemos volver a teorizar esta sexualización del espacio, al igual que la espacialidad del deseo sexual. ¿Qué significaría para los estudios queer plantear la cuestión de la «orientación» en la «orientación sexual» como pregunta fenomenológica?

En este libro tomo el concepto de orientación como una manera de situar los estudios queer en un diálogo más cercano con la fenomenología. Rastreo el concepto de «orientación» a través de distintos sitios, espacios, temporalidades. Al hacerlo, espero ofrecer una nueva forma de pensar la espacialidad de la sexualidad, el género y la raza. Además, en este libro brindo un acercamiento a cómo los cuerpos toman forma a partir de que tienden hacia objetos que están a su alcance, disponibles dentro del horizonte de la corporalidad. Tal enfoque está influenciado por mi compromiso con la fenomenología, aunque no es «adecuadamente» fenomenológico; y, de hecho, sospecho que una fenomenología queer podría disfrutar esta incapacidad de ser un marco apropiado. De todas formas, es pertinente preguntarnos: ¿por qué comenzar con la fenomenología? Empiezo aquí porque la fenomenología hace central a la «orientación» en el argumento mismo de que la conciencia está siempre dirigida «hacia» un objeto, y por su énfasis en la experiencia vivida de habitar un cuerpo, o lo que Edmund Husserl llama el «cuerpo viviente (Lieb)». [2] La fenomenología puede ser un recurso para los estudios queer en la medida en que enfatiza la importancia de la experiencia vivida, la intencionalidad de la conciencia, la importancia de lo próximo o lo que está a-la-mano y el papel de las acciones repetidas y habituales para dar forma a los cuerpos y los mundos.

Llegué a la fenomenología porque, en parte, el concepto de orientación me llevó a ella. Cómo llegamos a los lugares importa. También llegué al concepto de orientación por tomar determinada ruta. En mi libro anterior, La política cultural de las emociones, [3] el concepto de orientación también fue central. Aquí trabajo con un modelo fenomenológico de las emociones como intencionales: como estando «dirigidas» hacia objetos. De forma tal que cuando sentimos miedo, sentimos miedo de algo. Uní este modelo de intencionalidad emocional a un modelo del afecto como contacto: «aquello» con lo que entramos en contacto nos afecta. En otras palabras, las emociones están dirigidas hacia aquello con lo que entramos en contacto: nos mueven «hacia» y nos alejan «de» tales objetos.

Por lo tanto, podemos tener miedo de un objeto que se acerca. El enfoque no trata simplemente sobre la llegada de un objeto, sino también sobre cómo nos enfrentamos a ese objeto. El sentimiento de miedo se dirige hacia ese objeto, mientras que también aprehende al objeto de determinada manera, como algo temible. El momento de esta aprehensión importa. Que un objeto genere esta impresión depende de historias pasadas, que salen a la superficie como impresiones en la piel. Al mismo tiempo, las emociones moldean lo que los cuerpos hacen en el presente, o cómo los afectan los objetos a los que se acercan. La atribución de sentimiento hacia un objeto (tengo miedo porque eres temible) aleja al sujeto del objeto, creando una distancia a partir de registrar la proximidad como una amenaza. Las emociones implican estas formas de (re)orientación afectiva. No es solo que los cuerpos se conmuevan ante las orientaciones que ya tienen; más bien, las orientaciones que tenemos hacia otros moldean los contornos del espacio al afectar las relaciones de proximidad y distancia entre los cuerpos. Más importante aún, incluso aquello que se mantiene a la distancia tiene que estar lo suficientemente cerca para que pueda generar o dejar una impresión.

Este punto puede explicarse de manera bastante simple: las orientaciones implican diferentes formas de registrar la proximidad de objetos o personas. Las orientaciones moldean no solo cómo habitamos el espacio sino también cómo aprehendemos este mundo de residencia compartida, al igual que hacia «quién» o «qué» dirigimos nuestra energía y atención. Una fenomenología queer, quizá, podría comenzar por redirigir nuestra atención hacia objetos diferentes, hacia aquellos que están «menos próximos» o incluso hacia aquellos que se desvían o son desviados. Aun así, no diría que una fenomenología queer sea simplemente una cuestión de generar objetos queer. Una fenomenología queer puede recurrir a la fenomenología preguntándole no solo sobre el concepto de orientación en fenomenología, sino también sobre la orientación de la fenomenología. Por lo tanto, este libro considera cómo los objetos que aparecen en los escritos fenomenológicos funcionan como «dispositivos de orientación». Si comenzamos por el primer volumen de Ideas de Husserl, por ejemplo, entonces partimos de una mesa para escribir. La mesa aparece, podríamos decir, porque es el objeto más cercano al cuerpo del filósofo. Que aparezca una mesa para escribir y no otro tipo de mesa puede revelar algo sobre la «orientación» de la fenomenología, o incluso de la filosofía misma.

Ahmed, Sara. Fenomenología queer. Trad. Patricia Scott. Buenos Aires: Caja Negra, 2024, pp. 11-15.

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Notas

[1] David Bell y Valentine Gill (eds.), Mapping Desires: Geographies of Se/ualities, Londres, Routledge, 1995.

[2] La fenomenología provee un conjunto de herramientas para pensar sobre la orientación. Dado que la orientación se describe generalmente como una conciencia espacial corporal (como el «sexto sentido») y está relacionada con la propiocepción y la kinestésica, es importante señalar que muchas otras tradiciones en psicología y ciencias sociales también han contribuido a los debates sobre cómo llegan a orientarse los cuerpos. En particular, hay trabajos en neurociencia que pueden resultar interesantes para los lectores, especialmente porque las neurociencias y la fenomenología comparten historias, intereses y preocupaciones comunes, y los textos clave de ambas apuntan a trabajos de la otra. Ver Shaun Gallagher, «Bodily Self-Awareness and Object Perception», International Journal of Interdisciplinary Studies, n° 7, 2003, pp. 53-68, que resume algunos de los principales debates sobre orientación y propiocepción en las neurociencias y la fenomenología. Cabe aclarar aquí que mi punto de partida al pensar sobre la fenomenología queer no es tanto explicar la orientación como una formación sensorial distinta (siendo el debate primordial su origen y mecanismo). Más bien, quiero ofrecer otra forma de pensar la orientación, señalando cómo las distinciones espaciales y la conciencia se implican en el modo en que los cuerpos están dirigidos de maneras específicas. En otras palabras, la orientación para mí trata sobre cómo lo corporal, lo espacial y lo social están entrelazados. Esto no significa, sin embargo, que no podamos aprender de otros trabajos que postulen puntos de partida diferentes. Ver también Gail Weiss, Body Images: Embodiment as Intercorporality, Londres, Routledge, 1999, para un resumen de los debates más relevantes sobre los orígenes del esquema corporal.

[3] Sara Ahmed, La política cultural de las emociones, México, UNAM, 2015

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