Una intimidad del registro
La libreta como dispositivo artístico: memoria y experimento
Por Mariangela Giaimo / Jueves 04 de febrero de 2021
Imagen extraída de «Diario de Frida Kahlo. Un íntimo autorretrato» (La vaca independiente, 1995).
Un dibujo en la primera página, seguido de una nota, un pensamiento; una poesía acompañada de garabatos automáticos; un pasaje en ómnibus o un post-it con algún contenido singular registran, en un acto íntimo, el devenir de la portadora o portador de la libreta. Mariangela Giaimo recupera libretas, sketchbooks y cuadernos en una nota con consejos para comenzar una bitácora propia.
Un conjunto de papeles enganchados, un cuaderno o un bloc son algunos dispositivos que están a la mano para desarrollar procesos artísticos. Veamos algunos ejemplos de artefactos —como la bitácora, el cuaderno de bocetos y el sketchbook— que forman parte de la experimentación y del trayecto de las prácticas artísticas. Se pueden presentan como parte de una obra, un proceso, como un libro, un producto final.
Tenemos que comenzar con la siguiente premisa: el arte es un proceso, un vínculo con uno mismo y con otros, en el que la creación excede el resultado final. En el desarrollo de una idea, la bitácora es un dispositivo con bocetos, registros de experiencias e información relativa a una investigación. Se retoma la idea del espacio privado en el que se registraba la navegación marítima. Los cuadernos de bitácora pueden poseer materialidades realizadas con collage, fotografía, pintura, dibujo u otro tipo de herramientas y lenguajes para generar una idea, un discurso, una propuesta artística. Algunos artistas utilizan cuadernos, libretitas, blocs o simplemente una acumulación «curada» de hojas y apuntes. También existen en formato digital.
Otros de los dispositivos de registro de borradores son los cuadernos de bocetos —que remiten al desarrollo de la pintura pero puede serlo para otras disciplinas— así como los sketchbook —también para el sector del dibujo y la ilustración—. Sin entrar en la problemática de la categorización precisa, podemos entender a grandes rasgos que la bitácora, el cuaderno de bocetos y el sketchbook comparten la condición de soporte de memoria de procesos artísticos en general, y cierto formato símil al cuaderno o libro. Esta función de recuerdo es fundamental para las prácticas artísticas: como archivo y fuente para próximos proyectos, como evidencia del proceso creativo o como una parte de la obra en sí misma —siguiendo eso de la «estética de la autorreflexividad» contemporánea—. Como ejemplo, recordamos el trabajo del uruguayo Sebastián Santana que ganó en 2018 el Premio Paul Cézanne de la Embajada de Francia en Uruguay, destinado a jóvenes artistas. La obra se llamaba Cuaderno de espera y consistía en el registro de la espera del premio y en ella aparecían tickets, papeles varios, dibujos, ilustraciones, y textos con reflexiones.
Otra referencia que viene a la mente cuando se habla de libretitas, cuadernos y registro es la del artista dibujante-naturalista, que se sitúa entre las artes y el ámbito científico, en ese lugar de casi catalogador de la naturaleza y de registrador del mundo, en especial de la representación de paisajes. En este caso, esas libretas de bocetos se vuelven también cuadernos de viaje. Un ejemplo bellísimo es el libro Naturaleza ilustrada (MEC, 2017) con bocetos de Dámaso Antonio Larrañaga sobre fauna y flora de estos paisajes.
Los cuadernos de bocetos también han formado parte de la historia del arte. Leonardo Da Vinci, Rembrandt, Francisco de Goya, Turner, entre otros artistas cuentan con la exhibición de sus cuadernos en museos, los lugares legitimados por el sistema del arte. O como Frida Khalo, con una versión editada (La vaca independiente, 1995) de una bitácora o un diario personal en la que conviven texto y pintura.
Y por supuesto, como no podía ser de otra manera, existen propuestas en Instagram, la red social que explota la fascinación por las imágenes. @Thesketchbookproject es la cuenta de una una librería de arte de Brooklyn, New York, fundada en 2006, que desarrolla actividades en torno a esta herramienta y promueve proyectos de narración creativa. En la red se pueden encontrar imágenes de diversos artistas e in situ se encuentra una biblioteca de más de cuarenta y cinco mil sketchbooks —principalmente de ilustración—. Si se desea, se puede colaborar económicamente para la digitalización de los archivos y enviar una propuesta personal. En su web se pueden encontrar los resultados y pasar horas frente a la pantalla.
Para terminar la nota, incluyo algunas recomendaciones y consejos para promover la realización de cuadernos de bitácora —si es que se está pensando en generar un proyecto creativo artístico— o de un cuaderno de bocetos. Posible instructivo:
- Pensar en un lugar para hacer una caminata o recorrido, aprovechando los días de calorcito y buenas temperaturas del verano (usar gorro y crema protectora): se aconseja visitar la web del espacio público si la tiene, hacer un lisado de plazas, parques o edificios emblemáticos. También se pueden elegir recorridos prearmados a partir de webs como Frutales de Montevideo. La lista y elección es a piacere.
- Munirse de libretitas, cuadernos o papeles, lápices, cámaras de celulares u otro tipo de elemento de registro. Otra vez, a piacere.
- En el lugar, no olvidar tomar algo —puede ser muy pequeño—que pueda provocar un guiño con la experiencia.
- Tomarse el tiempo para conectar, registrar y disfrutar.
- Habilitar un espacio en la casa para desplegar los papeles y registros, y volver a pensar en el dispositivo.
- Reflexionar sobre la edición de los materiales y la utilización de diversos lenguajes.
- No hacer caso a todo lo anterior e inventar una metodología propia. Prontos, listos, ya.
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