Museos, arte, educación
El museo no es una mochila
Por Mariangela Giaimo / Lunes 09 de diciembre de 2019
Talleres artísticos, visitas especializadas, dispositivos tecnológicos o metodologías específicas de enseñanza-aprendizaje son estrategias que transforman la visita a un museo en una experiencia de encuentro y reflexión. Mariangela Giaimo nos habla de algunos de los programas educativos desarrollados en los museos de Uruguay que promueven el pensamiento artístico más allá del currículo escolar.
Se acerca Museos en la Noche, una excusa perfecta para pensar acerca de las prácticas educativas y cómo la institución museística puede considerarse otro espacio de educación. En ese sentido, es necesario repensarla como un lugar en que niñas y niños aprendan de arte, entrecrucen conocimientos y construyan sentido crítico. A su vez, habría que entender la educación dentro de un proceso de mediación cultural más amplio en el que el arte y sus prácticas estén insertas o, por lo menos, sean problematizadas.
Existe una amplia oferta de mediación en museos así como profesionales especializados que desarrollan las actividades educativas. Uno de los ejemplos en el Uruguay es el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) que posee un departamento de Acción Cultural y Educativa. Este busca generar experiencias sobre la creación artística actual, facilitar el acercamiento a los proyectos y obras en exhibición y formar nuevos públicos activos, reflexivos, críticos.
El campo nacional ha tenido varias experiencias valoradas internacionalmente como la propuesta del Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) que obtuvo el Premio a las Mejores Prácticas, otorgado por el Comité de Educación y Acción Cultural del Consejo Internacional de Museos (CECA-ICOM), por el proyecto Consejo de Niños. Este consejo reúne a un grupo de niñas y niños de entre 6 y 13 años que debaten, se interrogan y evalúan las propuestas del espacio junto a su director. El proyecto está incluido junto a otras experiencias iberoamericanas, en un banco de buenas prácticas de la CECA-ICOM .
La mediación cultural y la educación artística buscan promover entre el sector infantil y juvenil —pero no solo— conocimiento crítico aplicable fuera de los museos y el sistema del arte, y posibilitar la reflexión sobre diferentes temas sociales, medioambientales e incluso políticos. En ese sentido, María Acaso —profesora, investigadora y recientemente responsable del área de educación del Museo Reina Sofía (España)— entiende que en una sociedad en la que abundan imágenes sobre consumo y desigualdad social, la propuesta del arte contemporáneo, y del arte en general, permite hacer una crítica a esas imágenes, así como a las relaciones de poder que sostienen nuestros vínculos.
Acaso explica los procesos de mediación en general como arte+educación y se alía con el artista y educador uruguayo Luis Camnitzer para plantear pedagogías que piensen el vínculo arte-educación formal y que problematicen la transversalidad del arte y la condición de ciudadano crítico.
«La mediación educativa utiliza fundamentalmente como herramienta pedagógica el extrañamiento, el placer, el remix o las conexiones inesperadas», explica Acaso. Ella ya ha pensado sobre el vínculo arte-educación en libros como Art Thinking y Reduvolution —con Clara Megías—, y Pedagogías Invisibles, entre otros.
Pero ¿qué deben hacer los grupos de mediación artística y cultural? Por ejemplo, generar recursos didácticos como guías impresas o auditivas, elementos táctiles, elementos que motiven a la interpretación y, sobre todo, diseño de experiencias que propicien la reflexión y la crítica. Como ejemplo sobre las acciones a desarrollar, el programa Piensa en Arte de la Fundación Cisneros propone una aproximación dialógica a la obra de arte, a partir de preguntas disparadoras que provocan diferentes grados de observación y profundización progresivas.
En este sentido, Rosana Carrete —directora del Museo del Cabildo que en los últimos años ha sido visitado por una cantidad de cinco a seis mil estudiantes— reafirma que es necesario abolir la visita guiada tal y como la concebimos actualmente: «se vive como un paseo por parte de los niños; como una forma de huir de la clase. Creo que las maestras subutilizan la salida. Al Cabildo generalmente vienen cuando trabajan el tema de la historia de la colonia. Entiendo que un museo histórico se preste para eso, pero también tenemos otras opciones». En sus inicios, Carrete se quiso focalizar en el uso de los dispositivos XO, pero solo una escuela utilizó esa herramienta con un enfoque lúdico-educativo.
Por su parte, Rosana Rey Cabrera del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) —que junto a Fabricio Guaragna conforman el área educativa— coincide en que la visita a un museo no debe ser solo un paseo. Desde el MNAV plantean la visita como una experiencia que implique varios lenguajes y acciones —sacar fotos, escribir, experimentar con pinturas— y se focalice en lo corporal a través de la danza o del juego, entre otras actividades. La propuesta didáctica enlaza con los programas de primaria y secundaria, y piensa la abstracción, lo figurativo, el color o los componentes de la imagen, entre otras temáticas. Sin embargo, a veces la propuesta surge al revés: se proponen actividades a partir de lo que hay en sala. Indica que, además de profundizar en lo artístico, también se trata el museo como objeto para aprender cómo convivir, cómo estar en espacios y compartir con otros: «el museo debe ser un lugar complementario de educación. Además, lo que tiene el arte de bueno es ser un lugar de encuentro de varias asignaturas».
En el interior, es interesante destacar el caso —por fuera de la institucionalidad museística— que desarrolla la residencia Vatelón —del fotógrafo Andrés Boero Madrid y la cineasta Clarissa Guarilha—. Ellos poseen un centro cultural de producción, difusión y residencia artística para profesionales vinculados al arte y la cultura en la comunidad rural de Villa Santo Domingo Soriano. Reciben artistas internacionales que desarrollan talleres y laboratorios de experimentación artística con la comunidad local.
Pensar en educación y museos es reflexionar, sobre todo, en el rol de estas instituciones. Los museos deberían ser considerados no solo como espacios de exposición y acervo, sino también como lugares de reunión, acercamiento e interacción con la cultura en general y las artes visuales en particular. Quizás ha llegado el momento —ya anunciado hace tiempo— de plantearse e impulsar la desacralización del museo y sus funciones contemplativas, de dejar de repetir formas de categorizar que, justamente, el arte y lo contemporáneo han querido derribar. Son, definitivamente, lugares en los que pasan cosas, donde lo educativo, lo artístico y lo curatorial se mezclan.
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