Marzo
Ecologías afectivas, o relectura de Darwin desde los feminismos interespecíficos
Por Rocío del Pilar Deheza / Viernes 01 de marzo de 2024
Para inaugurar marzo, una reseña de Ímpetu involutivo, de las canadienses Carla Hustak y Natasha Myers (Cactus, 2023). En este libro, las autoras «llevan a la práctica un abordaje feminista de las relaciones interespecíficas y de las relaciones entre quienes se dedican a investigar sobre este campo del conocimiento, incorporando desarrollos teóricos sobre el afecto, la diferencia y la responsabilidad».
En vista de que ya pasaron casi tres décadas desde la celebración de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el concepto Antropoceno se ha vuelto ampliamente reconocido para hacer referencia a esta nueva época, caracterizada por el impacto global de las actividades humanas sobre los ecosistemas. Otros conceptos, como Capitaloceno o Plantacionoceno, ponen distintos énfasis en las causas y efectos que dieron lugar a estos procesos antropogénicos de destrucción.
Existen también propuestas teóricas que, sin negar los destrozos ocasionados por la humanidad, dejan ver una luz al final de tanta destrucción y consideran posible la vida tras las ruinas. Propuestas como la de Donna Haraway (2016) y su Chthuluceno, el cual hace referencia al florecimiento de ensamblajes entre múltiples especies, que incluye a humanos y más-que-humanos, en una profusión de temporalidades y espacialidades, muestra que es posible hacer una recuperación y recomposición biológica, cultural, política y tecnológica. O la propuesta, con una visión de futuro también promisoria y menos destructiva, de Natasha Myers (2017) del Planthroposcene, concepto que articula una forma de conocer y actuar en la que humanos y más-que-humanos sembramos solidaridades para cultivar mundos más habitables que el actual, y en que las relaciones con las plantas cobran un lugar central.
Desde estas segundas propuestas teóricas fue escrito Ímpetu involutivo. Afectos y conversaciones entre plantas, insectos y científicos (2023). Sus autoras son Carla Hustak y Natasha Myers, investigadoras canadienses abocadas a los estudios sociales de la ciencia y la tecnología desde la historia y la antropología, respectivamente. Dentro de este vasto campo de estudios, las autoras se han enfocado en indagar en la práctica científica, en las intersecciones entre género, raza, ambiente y ciencia y en las relaciones entre especies. Este libro, publicado originalmente en francés en 2020, es parte de la serie Occursus de Editorial Cactus que trae reflexiones y pensamientos en torno a encuentros heterogéneos.
Ímpetu involutivo es un ensayo que invita a realizar una lectura alternativa de las relaciones entre especies, más específicamente de las ecologías entre plantas e insectos. Para ello, parte de las observaciones que hiciera Charles Darwin durante el siglo XIX, a través de intensos estudios en torno a la familia de las orquídeas. Probablemente conozcamos varios de los postulados en torno a la selección natural y a las teorías evolutivas que el naturalista inglés desarrolló en El origen de las especies (1859), sobre todo tras cumplirse en 2023 el aniversario 190 de su visita a tierras uruguayas, celebrada por autoridades y científicos nacionales.
Es cierto que buena parte de las mujeres investigadoras desarrollamos una cierta antipatía hacia la persona de Darwin a causa del sexismo y racismo que impregna su teoría, porque ya no tenemos interés en excusar hombres misóginos so pretexto de que son hijos de su tiempo (sobre todo a sabiendas de que en esos mismos tiempos muchas otras y otros lucharon por los derechos de las mujeres). Pero quizá solo unas y unos pocos, con un marcado interés por el detrás de escena de los postulados teóricos, conozcan a un Charles Darwin que fue al encuentro con las orquídeas y desarrolló una gran fascinación que lo llevó a ser seducido y afectado por estas plantas y su relacionamiento con otros seres. Sobre este encuentro es que ahonda el ensayo de Hustak y Myers, quienes proponen pensar más allá de las lógicas neodarwinistas de nuestra época.
Partiendo de un extenso estudio sobre la sensibilidad de las plantas y sobre cómo es abordada la interacción entre plantas e insectos por la ciencia contemporánea, las autoras de Ímpetu involutivo encuentran que se ha modificado sustancialmente lo que Darwin postuló en El origen de las especies. Las consecuencias de este giro en la producción de conocimiento son evidentes; el comportamiento de plantas e insectos es explicado a través de modelos deterministas que reducen las interacciones entre especies a determinantes químicos que moldearían las relaciones ecológicas, características del floreciente campo de la ecología química. Como señalan las autoras:
La investigación de Darwin ofrece un contrapeso a los relatos contemporáneos neodarwinistas que reducen las relaciones complejas entre orquídeas e insectos de una manera que atrofia la agencia tanto de la orquídea como de los insectos y presenta una ecología poblada por autómatas ciegos y reactivos (p. 30).
Frente a estas propuestas, que sostienen que detrás del vínculo planta-insecto siempre hay una lógica calculadora y funcionalista, que no admite el placer, el juego o la improvisación entre las especies, las autoras trabajan «de través» respecto de las lógicas predominantes en la ecología de las plantas (p. 25), y leen a contrapelo del neodarwinismo para así buscar otros modelos para una ciencia de la ecología de las plantas. Esto implica dejar a un lado aquellas lógicas reductivas, mecanicistas y adaptacionistas para echar mano a prácticas creativas, improvisadas y fugaces que puedan explicar el involucramiento entre plantas e insectos.
Hustak y Myers procuran complementar «la lógica evolutiva con un modo involutivo de atención» (p. 26). Una lectura involutiva es aquella que nos permite atender a las prácticas que vinculan a plantas e insectos «en un compañerismo multisensorial cargado afectivamente» (p. 28). En una lectura involutiva la mímesis entre especies moldea cuerpos, afectos y sensaciones y, por lo tanto, va más allá de la coevolución y de las ventajas selectivas fruto de la selección natural. De este modo, a partir de la práctica experimental curiosa y multisensorial que amplifica los modos de atención e involucramiento en la vida de quienes son considerados sujetos experimentales, como plantas e insectos, este libro propone una ecología afectiva de los encuentros, que sienta las bases para una ciencia de las relaciones interespecíficas (p. 29), en la cual también están incluidos quienes hacen ciencia.
En contraposición al desenrollamiento que implica el proceso evolutivo, Hustak y Myers apuestan por la involución, entendida como enrollamiento, como un giro hacia adentro, como un envolvimiento entre distintas especies con el fin de generar nuevas maneras de vida en estos encuentros. A su vez, es importante tener en cuenta, como bien señala el traductor, Sebastián Puente, que en el texto original el término involución también refiere a involucramiento, a implicación. En palabras de las autoras:
El ímpetu involutivo nos ayuda a tener una primera impresión del tironeo afectivo entre los cuerpos, incluyendo afinidades, rupturas, enredos, y repulsiones entre organismos que inventan constantemente nuevas maneras de vivir con y al lado de los otros (p. 60).
Darwin supo definir como una «inextricable red de afinidades» a este tipo de prácticas en las que múltiples especies se involucran recíprocamente en la vidas de las otras. Resulta interesante leer estos postulados a la luz de propuestas teóricas que buscan imaginar y construir otros mundos posibles, como lo hacen los feminismos. Las autoras de Ímpetu involutivo llevan a la práctica un abordaje feminista de las relaciones interespecíficas y de las relaciones entre quienes se dedican a investigar sobre este campo del conocimiento, incorporando desarrollos teóricos sobre el afecto, la diferencia y la responsabilidad:
En los encuentros entre orquídeas, insectos y científicos, encontramos aberturas para una ecología de las relaciones íntimas y las proposiciones sutiles entre especies. Lo que está en juego en este abordaje involutivo es una teoría de la relacionalidad ecológica que toma en serio a los organismos como practicantes que experimentan mientras confeccionan vidas y mundos interespecíficos. Esta es una ecología inspirada por una ética feminista de la «respondhabilidad» [habilidad para responder] en la cual las preguntas por la diferencia de las especies siempre están conjugadas con atenciones al afecto, el enredo, y la ruptura (p. 77).
En este libro los aportes de la teoría feminista también están presentes en diálogo con un campo de conocimiento realmente novedoso para los feminismos, como lo es el estudio de las plantas. A modo de ejemplo, al reorientar la teoría feminista y realizar un giro hacia las plantas, es posible cuestionar la dicotomía activo/pasivo, asociada a los binomios hombre/mujer y animal/planta. También al proponer una relectura del trabajo de Darwin, atravesado por la cultura popular victoriana que construía un particular vínculo entre mujeres, sexo y botánica, este ensayo hace visibles distintos encuentros interespecíficos queer que perturbarían esas normatividades victorianas y los límites entre especies.
Ímpetu involutivo es un libro que nos lleva a amigarnos (un poco) con Charles Darwin a quienes somos feministas, al mostrar una faceta de su investigación interesante y emotiva, ya que el naturalista inglés indagó en el vínculo entre plantas e insectos con sensibilidad y respeto, a diferencia de como lo hizo con las hembras de su propia especie. También es un libro que perturba el binomio naturaleza/cultura, desorden que siempre es más que bienvenido. Y nos invita a desarrollar otra sensibilidad hacia los no-humanos, a reflexionar sobre otras formas de relacionarnos con animales y plantas. Por eso recomiendo su lectura tanto a quienes se interesan en las intersecciones de raza, género y ciencia, en las relaciones entre humanos y más-que-humanos y a quienes deseen vislumbrar futuros más auspiciosos. Este ejercicio de imaginar otros mundos posibles compete a todas y a todos, particularmente a quienes hacen ciencia, ya que como bien señalan Hustak y Myers:
En la medida en que nos subimos a dar un paseo sobre este ímpetu involutivo y llamamos la atención sobre los ritmos de esas relaciones íntimas, podemos alterar las lógicas militarizadas y económicas que impregnan las ciencias ecológicas. Y aunque las lecturas involutivas no pueden borrar o socavar completamente esas lógicas, ofrecen un complemento que amplifica miradas que de otro modo quedan mudas (p. 76-77).
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